La vida..
por Ottis Lóan
La vida tiene muchas aristas, tan divergentes como el morir, todos son ciclos que van forjando nuestro camino, nuestro existir.
La vida nos da tantos regalos desde el primer sístole y diástole del amanecer o despertar, hasta el último guiño de las estrellas. El aire viaja por todo nuestro ser hasta convertirse en el vital líquido que llena nuestro torrente sanguíneo de esperanza consiente o inconsciente.
El primer rayo de luz que va adquiriendo diferentes tonalidades al caminar del astro rey y que mejor si se va empezando del brazo del ser amado convirtiendo en mañanas amenas que siguen construyendo el enlace primigenio.
Percibir como se van derritiendo las gotas de rocío que bañan de vida los pétalos de las flores, las hojas de las plantas y los árboles que nos regalan ese proceso químico llamado fotosíntesis.
Oír las mil melodías que las aves en su sinfonía matutina nos llenan el pentagrama límbico si abrimos nuestros sentidos, antes de que despierte el monstruo de los mil sonidos que inundan el espectro sonoro de decibeles desordenados.
Y así sigue la vida su camino inexorable que no regresa, lo cual nos hace valorar más nuestro presente para tratar de vislumbrar el futuro que se construye paso a paso y nos sublima beso a beso.
Dicho futuro que cuando conjuga tu camino con el destino, volviendo cada respiro en un suspiro, vuelve tu existir en algo inefable trazado por la casualidad vestida de fortuna que ilumina tu ser cada noche con una leve sonrisa y te abraza con una caricia.
El placer que te envuelve todo el ser con la fuerza del vórtice que inunda cada uno de tus poros, que llena de energía cada una de tus células y te hace elevar plegarias la cielo agradeciendo amar y sentirse muy amado.
La vida que te muestra que en medio de tantos tiempos, tantos mundos, tanto espacio, puedes coincidir con el amor de tu existir al otro lado del gran charco, de forma increíble en el momento justo y exacto sin haberlo pensado pero anhelado con todo tu ser. Convirtiendo en Sol tantas lunas, llenando de luminosidad tu derredor con el solo parpadeo a la luz del alba y coloreando tu iris como el arrebol que llena el paisaje vespertino.
La vida es una
también la muerte,
y nada es suerte
solo el vivir.